De las mazmorras lejanas del lejano Oriente, hasta las estepas rusas de Siberia, todo pasa silenciosamente por la mente del occidental, al menos, en una ilusión sucesiva de sueños. Será que necesitamos prodigarnos en lo que no conocemos, para aceptar nuestra propia realidad con menos pesar...? O quizás sea que, en nuestra conciencia colectiva, figura la "morriña" de lo que no tenemos y que alguna vez formó parte de nuestra vida. Como si fuera el desarraigo del emigrante, que pasa media vida queriendo olvidar las razones por las que emigró y la otra media recordando el sitio donde nació. Las ilusiones se agolpan en el recreo de la mente y los tópicos se vislumbran cual realidad incontenible e irrefutable, para dar paso al deseo de viajar y volver a ver por vez primera lo nunca visto, aunque en realidad sea todo aquello que ya conocemos, sin saberlo... El viajero tiene por delante un camino que debera pedir, sea largo y lleno de vicisitudes, ya que el viaje encuentra una mejor razón de ser en el transcurrir de ese camino, que en la ciudad de destino a la que se ha de arrivar, ya que una vez en ella, en ese preciso instante del arrivo, es cuando todas las alarmas del viajero saltan al darse cuenta de que, o emprende otro nuevo viaje o deja de ser viajero. Conocer, enriquecerse y llegar a saber, es el verdadero cometido de su aventura, conocer, descubrir y tomar nota de todo lo visto, de todo lo olido y de todo lo vivido, será sólo el comienzo de esta aventura, porque todo aquello con lo que se ha enriquecido, ya no le dejará en paz jamás, le pondrá en pié de guera para siempre cada vez que comprenda que no hay una sola visión de las cosas, sino mil posibles visiones que obligan a reconocerlas todas como válidas y pertenecientes a una verdad mayor, y resulta este hecho, un infinito e inconmensurable monstruo que nos consume las mentes y nos obliga al saber. De su viaje deberá el hombre concluir que, el retorno al hogar no es otra cosa que la continuación de su aventura, esta vez interesado por descubrir por la razón por la que ha vuelto... y por qué siente ansiedad en su propio lugar, quizás la respuesta sea sencilla, pero se nos antoja que probablemente consista en haber sacado al menos, una veráz, única y reiterada conclusión...: que desde el mismo momento de comenzar el viaje, ya nada volvería a ser igual, porque nos faltarían los olores de las mazmorras del lejano Oriente, los gélidos vientos de las estepas rusas en la Siberia más inhóspita y las imágenes de cada paso que hayamos dado, nos faltarán siempre... sin remedio ni consuelo...
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