Las mujeres, nuestras abuelas, hace sesenta años le daban una gran importancia al casamiento, de hecho, gran parte de su vida giraba en base a ese momento fundamental donde, finalmente, se casarian, momento en el cual podian empezar a realizar un nueva vida.
Hoy, las nietas de esas mujeres, aunque las apariencias y costumbres han cambiado, piensan mas o menos lo mismo: que para alcanzar la plenitud en la vida y no sufrir ciertos desdenes sociales lo que deben hacer es casarse con el hombre elegido.
El problema es que, hoy como ayer, a pesar de la diferencia de años que a transcurrido entre un momento y otro, el hombre sigue siendo renuente a casarse, es decir, el hombre, ayer y hoy, no quiere casarse, y las razones son las mismas: siente que si se casa pierde su libertad, esa libertad tan duramente conseguida. Por eso va postergando el casamiento de un año al otro, y al otro, y al otro, y asi siguiendo hasta sumar -no se ria que es verdad- decadas de postergacion dignas de un cuento de Franz Kafka.
Cuando el hombre finalmente da el tan ansiado si comienzan los tramites para organizar la boda de manera que nada salga mal. Sin embargo, a pesar del tiempo que se dedique a este tema, hay otro detalle que suele dejarse pasar y al que debe prestarse importancia. ¿Como llegaran los novios a la iglesia? ¿De que manera causaran una impresion favorable a invitados, parientes y curiosos que esperan, impacientes?
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